En el 2016, en Ottawa, Peña Nieto, Obama y Trudeau, acudieron a la Cumbre de Líderes de América del Norte. Ahí, los mandatarios reafirmaron su compromiso por los derechos de las personas LGBTI. También, crearon la Sociedad Norteamericana del Clima, Energías Renovables y el Ambiente, anunciando un plan de acción en conjunto. Fue una noticia relativamente inconsecuente que pasaron a la mitad de los noticieros, y que si acaso llenó algún titular. Pudo haber sido olvidada si no fuera por un detalle: Peña Nieto se equivocó en darle en la forma en que le dio la mano a Justin Trudeau. Fue una situación social incómoda que en lo particular me pasa muy seguido porque carezco de la sapiencia básica social: cada vez que tengo que saludar a alguien me genera una ansiedad terrible, pero nunca sé si tengo que dar un apretón, golpe de puño o beso en la mejilla (y peor ¿qué tan cercana tiene que ser la persona para llegar al punto de medio abrazo viril hombro a hombro?). También, se equivocó cuando, al bajarse de una tarima no notó que sus amiguitos se quedaron observando el castillo que servía como fondo para las fotos. Trató de corregirlo, subiendo rápido de nuevo para juntarse de nuevo con su grupito, rogando que no lo ignoraran, pero el daño estaba hecho. Como cuando le dices mamá a la maestra e intentas corregirlo cuando las palabras están saliendo de tu boca pero sabes que es demasiado tarde y que serás la burla por una semana.
Peña Nieto ha sido la burla por seis años. Y ha sido la mejor herramienta en su sexenio. Después de ese faux pas, las redes sociales estuvieron plagadas de memes y momazos, así como de quejas sobre la vergüenza de tener un presidente tan incómodo e incompetente. Sobre todo comparándolo con esas figuras de tal calidad humana como Obama y Trudeau. Tres meses después Javier Duarte presentaría su renuncia al Congreso de Veracruz, para escapar y desaparecer por más de seis meses. Casos como este pulularon en el sexenio de Peña Nieto: La Casa Blanca, Oderbertch, La Estafa Maestra y varios desvíos de recursos más. Así también como un deterioro y estancamiento de todas las mediciones importantes en el país.
Aunque el gobierno se dedicó a espiar y perseguir a los periodistas durante el gobierno, nada tuvo que hacer para evitar que la ciudadanía no se sintiera demasiado afectada por todo lo que salió a la luz: México, en su mayoría, estaba muy entretenido burlándose del mismo mandatario por no saber pronunciar infrastructure y por contar malos chistes en la fábrica de Peñafiel. Mientras todo un sistema político se desgastaba y algunos gobernadores destruían estados. Los memes y las burlas le ayudaron a Peña Nieto a navegar con bandera de pendejo para hacer lo que quisiera del país. A mi gusto, Peña Nieto es el tonto más brillante que he visto.
Me es importante recalcar esto porque, aunque Peña Nieto va de salida, y entra un presidente que promete un cambio radical al estatus quo nacional, hay una tendencia que me parece preocupante. Las noticias falsas sobre AMLO han sido pan de cada día desde años atrás y aún más durante estas últimas elecciones. Desde absurdas hasta noticias creíbles, pasando por noticias verdaderas pero intencionalmente tendenciosas. Videos editados para tergiversar la información y extrapolaciones. No dudo que haya comentaristas y políticos que piensen que la forma de desacreditar a un gobernante es la propagación de rumores y falsedades y medias verdades. Y sin duda funciona para un porcentaje de la población, sobre todo el que no votó por AMLO.
Lo preocupante es que dada la situación en la que Andrés Manuel entrará a la presidencia es imperante que la sociedad civil tenga la información detallada del acontecer presidencial (y de los demás niveles también). Esa es la única manera que la población mexicana (que pareciera tener un pequeño despertar democrático) tendrá de ejercer el control político sobre la oficina de la presidencia. Si se ejerce el contra peso a través de la propaganda, el único resultado posible es una división aún más significativa: incrementando el ya tan mencionado clasismo, así como profundizar polarización. Por otra parte, esta puede ser una herramienta muy tangible para AMLO—como la tuvo Peña —para esquivar las responsabilidades de su trabajo, olvidar promesas de campaña, o peor: cometer actos descarados de corrupción y salirse con la suya porque el pueblo está distraído, prestándole a noticias sin sustancia. A razón de esto, es importante que el público aprenda a discernir las fuentes fidedignas de las falsas y de conspiración, o en algunos casos más extremos, cómo distinguir entre opiniones y hechos.
Durante estas elecciones se vio un ejercicio democrático de importancia inconmensurable con #Verificado2018. Aún no sé qué alcance pudo haber tenido en el voto de los indecisos, pero el trabajo que hicieron para desmentir a los políticos y las noticias falsas marcó la pauta para entender —al menos para mí —la importancia que se le debería dar a la información fidedigna. El problema de las noticias falsas está ocurriendo en todo el mundo y México no es la excepción. Entender la importancia de la responsabilidad social y política que tienen los medios, las redes sociales y nosotros mismos es el primer paso para poder luchar contra la desinformación.