Señales de vida — reseña por Bladimir Ramírez

Reseña de Dinero para cruzar el pueblo de Rodrigo Ramírez del Ángel escrita por Bladimir Ramírez leída en la FIL de Guadalajara, 2022

Parece una ley:

todo lo que se pudre

forma una familia

—Fabián Casas

La novela de Rodrigo Ramírez del Ángel nos presenta a Eusebio, un hombre gordo y sudoriento que tiene un arsenal de dificultades emocionales para relacionarse con el mundo. Él es un inadaptado, un olvidado, una cucaracha. También es el gran protagonista de este libro porque gracias a él, a sus temores, a su cobardía, a su aparente miedo al mundo, podemos descubrir la vida de la otra protagonista: Jade, la mamá de Eusebio.

Sería sencillo afirmar que Jade es la perseguidora y Eusebio, el perseguido, que Rodrigo ha escrito una novela más sobre relaciones familiares complicadas, pero decirlo así me parecería un error grave, una injusticia para la novela. Lo cierto es que, a lo largo de su vida, Jade fue perseguida y después fue perseguidora. Lo mismo podríamos decir de Eusebio y de otros personajes. Rodrigo Ramírez del Ángel ha logrado construir un grupo de personajes memorables que, cada uno a su manera, se anclan en la memoria sentimental del lector.

Una de las formas más eficaces para conocer a los personajes es a través de sus diálogos, considero que Rodrigo tiene una gran capacidad para escuchar y reproducir el habla de sus personajes, esto da como resultado que los diálogos sean capaces de tejer conversaciones memorables. Pongo este breve ejemplo:

—Tú no eres un adulto, Eusebio. Sin mí no eres nadie. Toda tu vida has sido una cucaracha que come de las migajas que se me caen.
Eusebio sintió su piel esfumarse de repente, era un retazo bañado de gasolina que fue consumido con un chispazo. Era músculos y huesos, sin órganos, sin piel.
—No digas cosas de las que te puedes arrepentir, mamá, por favor.
—De lo único que me arrepiento es de que seas mi hijo.

Voy a tomarme un momento para hablar de algunos aspectos de la novela que considero aciertos. Rodrigo es ágil en las descripciones y en la presentación de personajes, usa un lenguaje contundente; sus comparaciones, aunque inesperadas, nos resultan naturales y el intercambio en las voces narrativas le da a la novela un ritmo disfrutable y cadencioso, en ocasiones turbulento como el caudal del río de Tepoloa.

Celebro, especialmente, la construcción de los personajes femeninos. Jade, sus hermanas Ámbar y Esmeralda, forman una tríada de mujeres que han de sufrir las dificultades de tener un padre ausente, violento y abusador sexual. La madre de estas mujeres, acaso cegada por el amor -o algo parecido al amor- ha de insistirles a sus hijas que esa vida de pobreza y abandono son todo lo que tienen, todo lo que tendrán. Estas mujeres me recuerdan a los personajes de Lucia Berlin y Dorothy Parker, mujeres con vidas afectadas por sus parejas y por su familia, circunstancias que, inevitablemente, dificultan la maternidad y el mundo de los sentimientos.

Eusebio, el padre de Jade, es un fiel retrato al padre abusivo y violento que dialoga con la tradición de la gran literatura mexicana del siglo XX. Todos los padres terribles e irresponsables nos remiten, en mayor o menor medida, a Pedro Páramo. En Dinero para cruzar el pueblo ninguno de los hombres es capaz de ejercer una paternidad funcional, mucho menos amorosa. Son hombres con miedo al compromiso o con repulsión a la idea de ser padres. Esta fractura incurable marca la vida de todos los personajes, con astucia, Rodrigo nos ayuda a entender las razones por las que las niñas Mabarak han tenido una vida difícil.

Considero necesario destacar el manejo del lenguaje a lo largo de estos 24 capítulos, en varios momentos la novela acaricia un registro poético a través de sus comparaciones, cito un par de momentos que considero eufónicos:

son figuras tan absurdas que no
se concibe el día siguiente como un hecho. Las horas son
piedras gigantes que se empujan cuesta arriba.

En uno de los capítulos narrador por Jade leemos lo siguiente:

Veo una estela de mugre que escurre a cada paso que doy. Mis hermanas y mi amá quieren dejar todo lo que tenemos. Rebotamos entre piernas. Torpes. Gritos. Gotas. Ámbar soltó el brazo de mi amá. Vernos solas hunde mi pecho, tanto que me toca la columna vertebral.

Esta novela de perseguidores y perseguidos es una reconstrucción de la vida de Jade a través de los ojos de su hijo. Él, ya un hombre, comprende que no sabe nada de su madre y que este desconocimiento de la única familia que tiene, lo afecta y lo condiciona. Ese periplo de descubrimiento, ese viaje que lo hará darse cuenta que su madre no es una estatua de mármol y que él no es un paria absoluto, nos hace parte de su mundo sentimental.

Tal vez, el gran tema de esta novela, la gran historia que Rodrigo quería contar, era la de un hombre solitario, con cicatrices emocionales que no pueden curarse del todo. Y es que Eusebio, en toda su vulnerabilidad, a lo largo del rechazo acumulado y las figuras paternales transitorias, necesita encontrar su propio camino. En ese sentido, a pesar de los temas dolorosos, creo que la novela es luminoso, porque me da la impresión que Eusebio Mabarak, al final de la novela, es un hombre menos solitario que ha emprendido, por primera vez en su vida, un viaje propio.

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