Desbastado, reseña de Tesis de la Soledad, por Donnovan Yerena

Este libro se me presentó como un recordatorio de que el fin es próximo, que la vida pasa y nos arrebata los pies y las manos hasta que queda un campo de piedras con sueños de alcanzar la plenitud. Este libro es un arrecife de corales que nunca termina de conectar con el mar. Este libro es la ventana al interior de un submarino que implosiona en el fondo de ese mar. El libro de Rodrigo es la hilacha del suéter viejo y descosido que se corre y estira y afloja y desenvuelve hasta dejarnos así: desnudos. A los ojos de todos. En la camilla final dentro de un anfiteatro, solos y a obscuras para encontrarnos repentinamente con miles de ojos expectantes.

Este libro es un manifiesto para todos esos ojos, los otros, los que disfrutan del placer y el sufrimiento ajeno. Es un libro para nosotros, para olvidar que la desgracia nos deja de perseguir por ratos para acechar a otros.

Este libro me escupió en la cara y le tuve que pedir disculpas y retirarme en silencio.

Las veinticinco historias de este libro son el cúmulo necesario de palabras para contestar cualquier pregunta, cualquiera en verdad. La primera experiencia de lectura es corrosiva, incluso dolorosa. Imaginar tantos escenarios irónicos y absurdos dentro de mi cabeza fue un constante estado mental de zozobra y vacío. Es un acompañamiento doloroso, y absolutamente necesario. Aprendí de lo absurdo que la soledad es un constante cadillo, una espina que nos atraviesa a todos, así como a todos los personajes del libro.

Una llamada de la ciudad al pueblo natal, tener la exclusiva de un suicidio al aire, la pulsión de un hombre por los antros travestis, un escupitajo que no sabe a amor, un abuso marital polifónico, una mujer que ha reformado su vida con sólo bañarse pero se arrepiente, una psicofisioterapeuta que te diagnostica retención de muerte, hasta un reencuentro fortuito entre una señora con una bolsa de basura y un hombre medianamente guapo.

Estas personas viven como nosotros, sudan y hieden, lloran y mueren y se masturban y se accidentan y se creen dios y llaman a sus madres y pelean por WhatsApp y recelan el dinero y atentan contra sus vidas y como Oppenheimer, también destruyen al mundo.

Hace poco aprendí el verbo desbastar, y creo que es exactamente lo que este libro provocará: irá desbastándonos hasta la raíz, hasta que al fin alguno pueda reconocerse entre los escombros y decida irse a dormir. La soledad de este libro sostiene la existencia de la humanidad, de la unidad más simple del universo. Y he de decir que después de terminar de leer este libro, me sentí un poco menos solo.

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