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José Rodrigo Ramírez del Ángel (Veracruz, 1985) nos muestra en su primera novela, “Dinero para cruzar el pueblo”, los recuerdos que sirven de motores para la vida, una vida enferma de nostalgia y llave de aspiración, así como de repulsa y motivo de huída.
El libro, ganador del premio Nuevo León de novela 2020, nos presenta a Eusebio “Chebo” Mabarak, un joven de 25 años que vive en la ciudad costera de Santa Ana y quien busca a su madre, Jade, a quien no ve desde hace casi dos meses y que se encuentra desaparecida, para lo cual recibe ayuda de su vecino, un travesti apodado “Wendy”, y su hija Raquel, la “Chiri”, además de Bernardo, el último marido de su mamá.
Una caprichosa estructura narrativa nos va mostrando la infancia itinerante de Chebo, yendo de casa en casa y de padrastro en padrastro al ritmo de vida de su madre, mientras busca algo a lo que asirse y sentir que pertenece a un sitio, cualquiera que éste sea.
Vemos su deambular por Santa Ana, una ciudad junto al mar a la que el mar devora lenta pero inexorablemente, y que derrite a sus habitantes debido a su calor extremo. Víctima de deshidrosis, el protagonista ve su gordo cuerpo como una condena eterna. Se siente como un ídolo de barro abandonado, cubierto por estalactitas líquidas que brotan de sus axilas y llenan de humedad su cuerpo y sus manos, cubiertas por un feroz eccema.
También vemos a Jade desde que era niña viviendo en Tepoloa (“perderse” en náhuatl), una ciudad perdida junto a una refinería en la que sobrevivir es lo importante. Su madre es mujer de uno de los déspotas y corruptos ingenieros que ahí trabajan, traídos por el gobierno para perpetuar (sin lograrlo) el milagro petrolero mexicano de los años 70 que tanto utilizó el PRI para eternizarse en el poder. Junto a sus dos hermanas, Jade ve pasar el tiempo entre podredumbre y pobreza extrema. De ese ambiente lo único que desea Jade es escapar, motivación que la persigue y que no borran ni su hijo, con un carácter apacible que la desconcierta y enoja, ni todos sus ex maridos.
Ramírez del Ángel se arriesga en su geografía literaria y crea las ciudades de esta novela, contiguas y tan diferentes, además de contener reminiscencias de su natal Veracruz. Santa Ana con su eterno brillo turístico, pero lastrada por la sal que todo lo consume y se pega en sus habitantes a toda hora. Tepoloa siendo un infierno donde se trabaja con el oro negro, mientras en sus calles igual de oscuras se pelea por la sobrevivencia, y gana el más fuerte o quien huye a tiempo.
El autor al crear sus ciudades imaginarias las hace equiparar con otros destinos literarios del país, como Cuévano, capital del estado de Plan de Abajo, y Comala, cercana a la Media Luna. Tanto Tepoloa como Santa Ana tienen un efecto sicológico en los personajes, usándolas para la idealización de un pasado que quizás nunca sucedió y que podría ser mejor que el presente, como de una búsqueda constante de un futuro en el que todo será mejor que lo de antes por medio de matrimonios constantes o de las apuestas.
Con influencias variadas que van de Jorge Luis Borges, Etgar Keret, Lucia Berlin, Raymond Carver y Julián Herbert, José Rodrigo Ramírez del Ángel da un paso adelante en su carrera literaria, y con su primera novela penetra con brío para formar parte de los autores acreedores al premio Nuevo León de novela, como Alejandro Vázquez Ortiz (2017), Carlos Calles Segura (2018) y Carlos Alberto Román Sánchez (2019).
La novela se puede comprar en la tienda en línea de CONARTE.