Me Rompí El Brazo Jugando Fútbol

En sexto de primaria caí en cuenta que no me gustaba, y todo se lo debo a Vaselina, el musical. Desde antes ya había indicios que mi relación conmigo mismo iba a ser una llena de menosprecio, incomodidad y rechazo. En primero de primaria conocí a Fermín, un niño que sin temor a nada, le cortaba la cola a las lagartijas que tanto abundan en el pantano que es Verayork y, aún moviéndose por cuestiones químicas o qué sé yo, se las enseñaba a las niñas, que espantadas y gritando se le iban encima como borrachas a un stripper en despedida de soltera. Era el equivalente a tener carro a los 16 años. A mí me daban pavor las lagartijas, y las cucarachas, y el apocalipsis, y un cuadro de un payaso triste, y los OVNIS, y que mis papás se murieran, y los vegetales, y la señora de blanco, entre otras cosas. Mientras Fermín alegraba las posadas cortando colas de lagartijas, yo me preguntaba ¿por qué no puedo ser como él?

Uno de los momentos más difíciles de mi niñez fue cuando conocí por primera vez a Otro Rodrigo. A mi escasa edad, no sabía que los nombres se repetían, o al menos, el mío no. Fue traumático, porque el Otro Rodrigo usaba zapatos con suela de goma, lo que automáticamente lo hacía mil veces mácool e interesante que yo, con mis zapatos negros normales sin charol. Vislumbraba que mi mundo iba a estar lleno de gente mejor que yo. En una especie de catarsis tercermundista, me dediqué a hacerle hoyos a mi mesabanco hasta que la maestra le tuvo que decir a mi madre que no chingara, que ni los cadáveres del 68 tenían tantos agujeros. Con toda la vergüenza del mundo, mi madre tuvo que ir a la escuela por el mesabanco y por arte del capitalismo mexicano, arreglarlo a un módico precio. Entendí que mi futuro no iba a estar ni en PEMEX ni en Peñoles. Continúa leyendo Me Rompí El Brazo Jugando Fútbol

De Músico, Católico y Frustrado

No me gusta escribir a mano. Soy partidario al cien de mi adorado procesador de textos. Algunos románticos incautos argumentarán sin razón el vínculo, la simbiosis o yo que sé mamada, para defender la escritura arcaica. Cuando imagino a Marcel Proust escribiendo a mano En Busca del Tiempo Perdido, sólo puedo pensar en la hueva, la jotería y el túnel carpiano. 

Tampoco me gustan las máquinas de escribir, aunque he de aceptar que en mis inicios literarios compré una Olivetti en el Office Depot de enfrente. La instalé en una mesita, prendí un cigarro y taca taca taca. Sentía que Hemingway y Bukowski hablaban a través de mis dedos. Eso, hasta que un vecino se quejó del ruido que hacía la máquina, porque obviamente no podía fumar dentro de mi casa (mi mamá no me dejaba). Después del encanto inicial, me di cuenta que era imposible borrar todas las idioteces que escribía, y el riesgo a que quedara evidencia de mi mediocridad y pésima ortografía era demasiado grande. Continúa leyendo De Músico, Católico y Frustrado

Burpees Con Una Pierna

Hago ejercicio casi a diario. No me pregunten por qué. Sé muy bien que no tendré el cuerpo de Brad Pitt en Fight Club. También sé que, gracias a mis genes defectuosos, tengo la gracia de un elefante al practicar cualquier deporte. Y no es que no haya intentado. No, señor, Pinche Rodrigo ha pasado por todas las disciplinas. Fútbol, que como gran pasión mía, lo hago mejor viéndolo desde mi sofá que desde las canchas. En el beisbol recibí más pelotazos en la cara de los que me gustaría aceptar. En la natación parecía manatí encallado. Y la única forma en la que me hubiera roto la nariz en el box, hubiera sido con un tropezón. Aún recuerdo que alguna vez, un entrenador insensible, me preguntó enojado por qué corría así. Yo no sabía que había otra forma de correr.

Entiendo perfectamente que tengo otras habilidades y aptitudes. Como leer y… así. Pero también entiendo, que si quiero salir de esta bohemia emocional, tengo que romper con mis paradigmas estacionarios. Y sí ayuda, ligeramente. Así que, siguiendo a mis allegados culturales – los cuales encuentran placer en maratones, triatlones y cargar cosas pesadas -, me uní a dichas actividades. Aunque para mí sea un martirio. Obviamente, siendo fan de la autodevaluación e ironía, no escogí ajedrez o matatenas o palillos chinos o croquet. Pinche Rodrigo hace entrenamiento militar norteamericano. Continúa leyendo Burpees Con Una Pierna

Solipsismo Burocrático

Hace cuatro años pasé más de nueve horas haciendo un trámite burocrático en Veracruz. Aún no entiendo cómo después de pasar un martirio como ese, existen personas que son capaces de regresar a sus casas y publicar frases positivas en Facebook. Supongo que contarán con un mecanismo de autodefensa superior al mío. Durante esas horas, mi cerebro se fue a pasear y mi cuerpo permaneció inerte en fila. Avanzando un paso cada dos años.

Debo explicarles que tengo una relación bastante cordial, pero distante,con mi cerebro. Mientras él responda a mis exigencias – escribir cuentos, saber que la capital de Djibouti es Djibouti, y algunos datos variados de fútbol – , yo dejo que haga lo que quiera. La bronca es que a veces se aventura a zonas bastante incómodas. Una vez, mientras hacía fila en el súper, se fue de paseo varios días y regresó convencido del nihilismo. Compadre, me decía, en vez de estar preocupándote por creer en algo, mejor no creamos en nada. Tuve que explicarle que su interpretación de Nietzsche era equivocada. Continúa leyendo Solipsismo Burocrático